Destinado en principio a ser un jardín de esparcimiento real, continuó integrándose como un mini Versalles. Tiene un toque original producto de la visión del rey Felipe V en el siglo XVIII; auténtica joya ornamental con arquitectura barroca. Sus esculturas en la fachada de mármol adornan las ventanas elaboradas en roca de Sepúlveda de un tono rosa ligero. Los salones y estancias interiores poseen una excelsa decoración en mármol, estatuas y pinturas de los siglos XVIII y XIX. En realidad muchos suelen dar una opinión superior al propio palacio de Versalles en cuanto a detalles, a pesar de su menor dimensión. Es toda una gema de la arquitectura real que impresiona al paso de la sierra de Guadarrama. Porque si el palacio impacta a la vista, su entorno invita a un acogedor paseo entre arboles perfectamente plantados.